Hace ya unos años que decidí combinar mis dos pasiones.
Música y redes sociales al servicio de una labor de cambio del sector de la música clásica, muy necesitado de reinventarse y reencontrarse con su público.
Cuanto más me adentro en el mundo de la gestión profesional de las redes sociales en las instituciones culturales, más aprendo sobre el sector cultural y todo lo que tenemos que cambiar desde dentro de él.
Pero al mismo tiempo, me doy cuenta que música y redes sociales son dos mundos muy parecidos aunque a priori pudiera parecer lo contrario.
[Tweet “#Música y #redessociales son dos mundos muy parecidos”]
En primer lugar porque en ambos ámbitos la comunicación del mensaje transmitido se produce en el momento y se diluye en el tiempo y la memoria.
Una sinfonía se acaba.
Un tuit se extingue pasados unos minutos.
Y en ambos casos la interpretación del mensaje por parte del receptor así como la creatividad, genialidad y buen oficio del emisor afectan al resultado final.
Tanto el músico como aquel que usa las redes sociales de manera profesional, busca la apreciación y valoración de su público.
En muchos casos sólo tras muchas horas de trabajo muy intenso junto a un instrumento o detrás de una pantalla de ordenador, se consigue el éxito tan ansiado.
Éxito efímero que debe ser repetido y superado en la interpretación o post siguiente.
Algo que provoca una necesidad interna de superación personal y profesional que puede convertirse en una verdadera obsesión por el reconocimiento público y que es el origen, aunque no la única causa, del encumbramiento de muchos de los maestros e influencers que conozco.
[Tweet “¿Es la necesidad de superación la que crea al maestro y al influencer?”]
El circuito de recompensa que provoca una ovación de 5 minutos, un buena crítica o un índice Klout elevado, lleva a crear la sensación de estar haciendo un buen trabajo y sentirse único.
En música y redes sociales el problema llega cuando no se sabe o se puede gestionar ese éxito y el profesional se considera superior a los demás.
Maestro o influencer.
Lo mismo me da.
Crear tendencia con un buen trabajo es algo maravilloso.
Pero eso no implica desconectarse de los demás para sentirse todavía más superior.
O precisamente por eso.
Al maestro le molesta que le molesten.
No aplaudas fuera de lugar ni te atrevas a pedirle un autógrafo fuera de las horas establecidas por su equipo de relaciones públicas y marketing.
No digamos ya si la molestia es en forma de teléfono móvil encendido que puede difundir imágenes por las que él cobra unos derechos.
Al influencer no le sigas ni le menciones en Twitter porque no va a interactuar contigo ya que no eres lo suficientemente importante para que te tenga en consideración.
Él sabe más que tú y no es capaz de contestar todas las menciones de sus fans.
Sólo lo hace con gente de su nivel.
A veces ni eso.
Por ello maestros e influencers en música y redes sociales sólo se relacionan normalmente con más maestros e influencers, creando verdaderos grupos que terminan separándose entre ellos creando verdaderas comunidades sólo aptas para iniciados que se mueven alrededor de dos o tres de estas figuras.
Influencers y maestros que se rodean y protegen entre sí intentando destacar dentro de su propio grupo de maestros e influencers.
Pero tanto los unos como los otros tienen un problema.
Han olvidado lo que les costó llegar a ese punto y que además música y redes sociales son interacción.
Comunicación en estado puro.
Y que en el fond0 ellos no serían maestros ni influencers si no hubiera gente normal como tú y como yo.
Gente que tenemos tanto poder de influenciar a otros como ellos porque somos nosotros los que les hemos hecho creer que son lo que creen ser.
Imagínate.
Por eso me sorprende cada día más cuánto se parecen ambos mundos donde la perfección no existe y el miedo al error y el ridículo alimenta aún más el efecto de separación con el resto del mundo.
En música y redes sociales el éxito es tan fugaz como lo son las tendencias y el gusto de la sociedad.
[Tweet “En #música y #redessociales el éxito es fugaz y el trabajo constante”]
Sociedad que a veces desde la inocente ignorancia encumbra a maestros e influencers de gatillo fácil que imponen la efectividad y las cifras a la calidad y la cercanía.
Dos mundos opuestos que se parecen demasiado y que sin ti no serían absolutamente nada.
Y ellos mucho menos que nadie.
Por eso cada vez que alguien me dice ¨bravo maestro¨ o se fija en mi índice klout y se le escapa la palabra influencer, le digo siempre lo mismo con una amplia sonrisa: perdona, llámame David.
Hola David.
Un artículo que me hecho pensar y llegar a ciertas conclusiones.
1. Cuanto más influyente o influencer seas, más debes tener los pies sobre la tierra.
2. Saber aceptar criticas y saber llevar esa infuencia para un plan positivo.
3. No dormirte en los laureles, subir es fácil, mantenerse es otra cosas. Por eso la constante capacitación siempre viene bien.
Un abrazo.
Bo
Hola Bo,
muchas gracias por tu comentario y reflexión.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. La influencia no es un estado ni un objetivo en sí. Es una consecuencia del trabajo bien hecho y la constancia.
La calidad y la calidez son rasgos de los buenos profesionales que tienen nombre y apellidos como tú y como yo y el éxito no está reñido con la modestia.
Un abrazo,
David