Esa Navidad especial no era como todas las demás.
Ya eran cientos de ellas las que se acumulaban en la madera centenaria que le daba su forma y sonido.
Sabía que cada Navidad era diferente.
Eso ya no le sorprendía.
La edad, al fin y al cabo, no deja de ser una forma de relacionarte con lo que te rodea e interpretarlo desde tus propias experiencias.
Pero aquella Navidad era de otra manera.
La diferencia podía verla a través de la cerradura del estuche que le servía de descanso.
Allí estaba.
Aquella persona que dormitaba todavía entre las sábanas llevaba ya varios años en su compañía.
Persona especial, sin duda.
Sensible.
Entregada.
Comprometida con su profesión y el mundo que le rodeaba.
Cada mañana compartían juntos el placer de hacer sonar sus cuerdas desde la sensibilidad compartida que otros habían plasmado en un papel.
Emociones encerradas en pentagramas.
Descripciones de esas realidades universales que la música transporta a través de los tiempos.
Para todos.
Gracias a ellos.
A su público.
¿Qué hacía que aquella Navidad especial fuera a cambiar sus vidas?
Una Navidad especial lo es si lo es para todos
Muchos músicos eran ya los que habían usado su sonido para expresarse.
Un viaje precioso entre la razón y las emociones.
Pero aquel día, su silencio era compartido.
No como algo negativo.
Para nada.
Ese silencio era tan hermoso como las mejores melodías que tan bien recordaba.
Aquel silencio era un estado reservado para aquellos que se atrevían conectar con su verdadera esencia.
Esa que te susurra al oído quién eres y quién quieres llegar a ser.
Sabía como nadie que muchas personas, nunca se permitían llegar a ese silencio.
Porque el silencio es el lugar donde se esconden y nos esperan muchas cosas.
Solo el interés por descubrirlas puede darle sentido.
Por eso aquella mañana, sentía aquella Navidad especial como la primera de muchas.
Un nuevo nacimiento.
Uno de verdad.
Ahora, por primera vez, entendía su verdadera misión en este mundo.
Acompañar a aquellos que buscan su música en su silencio.
Así, mientras observaba a su querido músico por el ojo de la cerradura de su estuche, se sintió por primera vez dueño de su silencio.
Silencio momento a momento.
Con un deseo más intenso que nunca.
Que esta Navidad especial, sea la primera de muchas donde música y silencio bailen esa danza maravillosa del SER y la vida
Del ser quien tú quieras ser.
Como ese músico.
O cualquier otra persona que sueña con su mejor versión.
Entonces sí que será lo que tenga que ser.
Y ante todo una ¡Feliz Navidad!
El siendo brota del silencio… y siempre está ahí, aunque aún no se haya manifestado. Escuchemos atentamente. Gracias David por recordarnos la importancia del silencio.
Gracias por tu comentario, Beatriz. Y sobre todo gracias por hacer que ese silencio del siendo esté manifestándose en tantos lugares a través de esa inspiración con la que estás dando tanto a tantas personas. Gracias siempre.